La estrella Michelin del periodismo
Un chef de tres estrellas Michelin prepara la mise en place a diario para elaborar el
mejor de sus platos: verduras cortadas en brunoise,
sal, aceite, sartenes, el sifón. Podemos decir que la labor del periodista es
bastante parecida. El columnista prepara su mise
en place de la misma manera que el chef. En vez de verduras, ollas y demás,
el profesional prepara su portátil, cargador, bloc de notas, bolígrafo.
La columna es como ese plato que conlleva una gran
preparación, como ese plato de final de concurso de cocina. Algo que puedes
llevar mucho tiempo preparando o que, simplemente, te sale en media hora porque
"se nota el que tiene un alma creativa". El resultado puede gustar a
todos o no. Puedes sacar mucha mierda de otros e incluso joderle el desayuno a
alguien.
La columna es ese texto en el que vemos el alma del
columnista. Una mirada a su pensamiento y gracias al cual podemos conocer su
opinión. Unas veces nos puede gustar más y otras menos, como cualquier buen
plato. La polémica puede estar servida con una simple opinión fuera de contexto
y es que tal y como está la sociedad parece que se tenga la obligación de, casi
que, hablar con papel de fumar.
El cuchillo con el que nos podemos cortar en el columnismo es
la punta afilada de la pluma con la que podemos condenar a determinadas
personas o temas. Ese filo de la navaja que nos otorga el poder de expresar
nuestra opinión con cierta libertad. "Tengo la suerte de poder escribir
sin que nadie me diga si es correcto o no para el periódico", comentaba un
día Guillermo Busutil. Qué suerte, chico.
Son muchos los temas que abordan nuestro día a día y de los
que se comenta y comenta sin tener conocimiento. Esa es la gran diferencia con
el columnista, él si sabe y conoce todo o casi todo sobre el tema. Nos abre los
ojos. Nos muestra el camino por el que ir. Es algo así como la wikipedia que,
además de darnos información, nos orienta en la vida. Un chollazo.
Se podría decir que el columnista es el periodista que tiene
mayor libertad. Siempre se suele decir que es lo último a lo que aspira
cualquier profesional, pero ¿a simple vista parece lo más sencillo, no? Das tu
opinión y te pagan.
Pero, al igual que el chef del que hablaba al principio tiene
siempre el riesgo de quemarse o cortarse preparando ese plato que le ha dado la
estrella Michelin, el columnista tiene en su escritorio el riesgo de
enfrentarse al folio en blanco o el hecho de que su trabajo, su creación no
encaje a la perfección entre el resto de mortales. Pero, ¿y lo bonito de
arriesgarse?
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