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Blanco, negro y gris

  La idea de meter en un aula a un grupo de universitarios para escuchar una charla deja mucho que desear. Quizás sea la hora, madrugar no ayuda y quedarse hasta tarde tampoco. O, simplemente, que se nota que el cuatrimestre está llegando a su fin. Quizás ya estamos cansados de escuchar lo mal que nos va a ir. El hecho de que estemos en la Facultad de Comunicación hace de esta realidad algo preocupante. Esta vez ha sido el turno de Pedro Simón, pero muchos otros ya habían estado en su posición, en esa misma postura. Unos dicen blanco, otros negro. Unos dicen izquierda, otros derecha. Muy pocos hablan de la escala de grises o del centro. Llega un momento en el que nuestras cabezas están saturadas y liadas por la cantidad de información y consejos que nos dan. Las anécdotas siempre corren como la pólvora. A veces generan risas, otras veces no. Los ponentes (o amigos como dicen ellos) hablan sobre su experiencia, sobre su carrera, sobre el futuro de la prensa. Alguno

Historia de una déjà-vu

  Mariano tiene 84 años y está harto. Se ha pasado la vida trabajando y votando sin parar. El frío no le frena. Se enfunda en su gabardina color marrón y sale dispuesto de ese portal número 26. Hace viento y el cielo está encapotado. Podría ser cualquier día de invierno, pero no lo es. Hoy la ciudad se pinta de tonos salmón y blanco, los colores de los sobres que Mariano lleva en el bolsillo. — No voy a votar. Si total, me voy a quedar igual que estoy.   Eufrasio tiene 92 años y este año no vota. El colegio electoral está vacío. Solo se ven unas piernas asomar por la cortina de la cabina de votación. Son las 10:15. Se escucha el golpear del bastón contra el suelo blanco de mármol. "Buenos días, ¿me da su DNI?". Las grandes urnas aún están medio vacías y los sobres caen en ellas como las hojas de los árboles en otoño. Las manos arrugadas por el paso del tiempo, las ojeras propias del cansancio y la respiración agitada por el esfuerzo de haber bajado la ca

La sombra de un maestro

  Olor a café, risas cómplices, aplausos. Más olor a café. No es una cafetería. No es una charla en la universidad. No es un grupo de amigos tomando algo. Se escuchan las teclas de los portátiles aporrear el silencio. Los más tradicionales desenfundan sus bolígrafos listos para el combate. Quizás la palabra que más se ha escuchado es "boxeo", quizás "periodista" o quizás "maestro". "Un escritor escribe todo el rato", y eso es lo que hizo Manuel Alcántara, escribir todo el rato. En una mesa decorada con tonos grises y blancos están los protagonistas de la jornada: Agustín Rivera, Silvia Cruz, Alfredo Relaño y Domi del Postigo. Entre cámaras de fotos y flashes, los púgiles de la mañana empiezan su discurso. Los invitados narran cómo fue su relación con el verdadero protagonista del congreso, Manuel Alcántara. Admiración y respeto es lo que más se puede apreciar en las palabras de aquellos que bien lo conocieron y compartieron pr

El mundo en tus manos

  S iempre he sido una persona a la que le afecta demasiado todo lo que tenga que ver con personas mayores, y parece que la edad lo único que ha hecho ha sido empeorarlo. Es por eso que esta fugaz visita a la residencia Flores de mayo ha sido como todas: intentar aparentar que estoy bien para después, cuando llego al coche, echarme a llorar como una niña tonta. Quizás, para entender el motivo de todo este sentimentalismo, tenemos que remontarnos treinta y dos años atrás. Segundo de bachillerato, una época que para algunos es mejor olvidar, pero que para mi guarda algunos de los mejores momentos que he vivido. Recuerdo con cariño aquel primer día en el que un joven profesor entró por la puerta de la clase. Las paredes tan blancas parecían haberle llamado la atención.   — Soy Carlos, vuestro profesor de Geografía para este último año. Me podéis seguir en Twitter para hacer de esto -dijo señalándose a él mismo y a nosotros- algo más guay .   Desde un primer momento, creo poder

PARED

Estoy empezando a encontrar formas raras en la pared. Y no, no estoy loca. O eso creo. Hay una pared en mi casa que me mira todo el día, me observa mientras rio en las videollamadas con mis amigas, mientras tomo nota en clase, mientras lloro durante los bajones...Está siempre presente, ahí, desde su quietud. Solo me mira. Estar tanto tiempo encerrada da pie a pensar mucho, a reflexionar sobre todo y sobre nada. Y es entonces cuando te paras a pensar y empiezas a ser consciente de que el simple hecho de que hoy estés ahí, frente a esa pared gris, es una hermosa casualidad que no valoramos lo suficiente.  Hay veces, como hoy, en las que me paro a pensar en la cantidad de casualidades que nos han ocurrido y de las que no somos conscientes. El hecho de que yo esté hoy aquí escribiendo esto ya es una bonita casualidad porque tú, que lo estás leyendo, podrías no haberte detenido y estas palabras hubieran caído en saco roto. ¿Y las palabras? ¿son también cosa del destino? ¿Qué

Carta que quizás nunca leas

Querido... En un momento en el que todo es online y en el que reina twitter, facebook e intagram , no he querido perder la oportunidad de escribirte una simple carta. Una carta que quizás nunca llegues a leer porque, la verdad, no me veo capaz de contarte toda esta movida. Porque sí, vaya movida tengo liada en la cabeza.  Quizás tú no te hayas dado cuenta o, simplemente, lo hayas visto normal, pero llevo un tiempo diferente. Una mirada lo dice todo y la mía, desde hace semanas, habla por sí sola. Quizás no me conozcas tanto como para darte cuenta o quizás no te has fijado. ¿Son esto las famosas mariposas en el estómago? Si es así, creo que es la primera vez que las siento. Quiero que paren, que se estén quietas durante unos segundos, porque creo que se están multiplicando a cada segundo que pasa de este infierno. Si sumamos la intensidad que le pongo de normal a todo a la situación actual lo que obtenemos es una bomba de relojería que está siempre al límite, en cualqui

Cuento de Navidad

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Mateo Marín tiene 89 años y lleva muchos esperando ansioso la llegada de la parca. Los últimos 12 años han pasado como pasa el otoño, como un suspiro. Desde que perdió a su amada Adèle la vida ya no es lo mismo para él y, además, el alzheimer ha acabado con todos los recuerdos que habían construido juntos.  Unos ojos color azul celeste sin expresión, unas manos ya arrugadas por el paso del tiempo, una alianza de oro blanco con una inscripción: "Toujours à toi, mon amour". Mateo se ha convertido en la viva imagen del Señor Scrooge. Nadie consigue hacerle reír o que tenga un gesto de cariño. No recuerda cuánto le gustaba la Navidad y cómo la celebraban todos juntos. Tampoco recuerda la tradición de poner el árbol el día 21. Y lo que más duele, no recuerda la sonrisa que esbozaba Adèle cuando lo veía cabreado porque los niños corrían de un lado a otro decorando y gritando. 21 de diciembre de 2019. Se escuchan niños jugando, hay un bebé llorando porque, se